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 Cuando decidimos llevar a los niños a Francia, estaba emocionada y un poco nerviosa. No estaba segura de cómo se adaptarían al largo viaje ni de si disfrutarían de la cultura. Pero resultó ser un viaje lleno de sorpresas y alegría. Francia no solo es increíblemente acogedora con los niños, sino que también me permitió ver el mundo de una manera nueva. Cada día era como una pequeña aventura, y vivirlo con mis hijos lo hizo aún más especial.

1.Geografía y clima

Nuestro viaje empezó en París y nos enamoramos de la ciudad al instante. En primavera, París es cálido y acogedor, con flores por doquier. Paseamos por los Jardines de Luxemburgo, viendo a los niños jugar en el arenero, lo cual fue increíblemente relajante. Más tarde, visitamos los campos de lavanda de la Provenza, donde el aroma fresco animó a los niños a correr y explorar. Y la Riviera Francesa fue una experiencia completamente diferente: les encantó construir castillos de arena en la playa, sintiendo la brisa marina.

Si planeas un viaje familiar a Francia, te recomiendo encarecidamente la primavera o principios del otoño. El clima es templado y perfecto para actividades al aire libre. El verano es animado, pero puede ser un poco caluroso para los pequeños.

2. Lugares de interés y atracciones famosos

¡Los niños quedaron fascinados con la Torre Eiffel! Subimos en ascensor y la vista desde arriba fue simplemente impresionante. Después, disfrutamos de un picnic en el parque de abajo, lleno de familias y niños jugando. El Louvre fue otro punto culminante: aunque los niños no entendían bien el arte, quedaron cautivados por la sonrisa de la Mona Lisa. El museo incluso tiene exposiciones interactivas donde los niños pueden participar.

¡Otra visita obligada es Disneyland París! Los niños estaban encantados de conocer a sus personajes favoritos, probar las atracciones y ver los desfiles. Ver sus sonrisas hizo que todo valiera la pena.

3.Deliciosa cocina francesa

La comida en Francia fue toda una experiencia. Los niños disfrutaban muchísimo de los croissants recién hechos y los pedían todas las mañanas. Estos croissants son aún más hojaldrados y sabrosos que los de casa. También les dejamos probar diferentes crepes, tanto dulces como salados, siendo el de chocolate su favorito.

Comer fuera en Francia suele ser una experiencia tranquila, pero muchos restaurantes tienen pequeñas zonas de juegos o ofrecen lápices de colores para niños, lo que los mantiene entretenidos mientras nosotros disfrutamos de la comida. Para los más exigentes, encontramos opciones sencillas como las baguettes de jamón y queso (jambon-beurre) que fueron todo un éxito: ¡simples pero deliciosas!

4. Fiestas y costumbres culturales únicas

Tuvimos la suerte de estar en París el Día de la Bastilla (14 de julio), ¡y el espectáculo de fuegos artificiales fue espectacular! Toda la ciudad se sintió festiva, y nos unimos a otras familias a orillas del Sena para ver el espectáculo. Los franceses dan mucha importancia a la familia, y conocimos a muchos padres amables. Los niños se lo pasaron genial jugando con niños del barrio en los parques.

Por el camino, aprendimos algunos consejos culturales, como saludar siempre con un "Bonjour". Aquí se valoran mucho los buenos modales, y fue conmovedor ver cómo los niños lo aprendían. Incluso visitamos mercados locales donde compramos productos frescos, lo que les permitió a los niños conocer la vida francesa.

5. Preparación para su viaje familiar a Francia

Si traes pequeños a Francia, te recomiendo llevar artículos esenciales como un cambiador portátil, pequeños bocadillos y botellas de agua. El transporte público es excelente, pero los cochecitos pueden ser complicados en el metro, así que llevamos uno ligero, lo que facilitó mucho los desplazamientos.

Nos alojamos en hoteles familiares, y algunos incluso tenían mesitas con libros para colorear para los niños, lo cual fue un detalle muy agradable. Los baños públicos suelen estar limpios, sobre todo cerca de las principales atracciones de París.

6. Una alegre experiencia de viaje en familia

Lo más memorable del viaje fue ver cómo los ojos de mis hijos se iluminaban de curiosidad y emoción. Nos tomamos una foto familiar junto al "Muro del Amor" en Montmartre; fue un momento sencillo pero hermoso. También paseamos por la campiña provenzal, donde los niños recogieron piedras de colores y corrieron libremente por los campos. En ese momento, me di cuenta de que viajar no se trata solo de hacer turismo; se trata de estar juntos y crear recuerdos únicos.

Viajar con niños me enseñó a relajarme y apreciar mi entorno. Verlos iluminarse con los más pequeños descubrimientos me hizo sentir que todo valía la pena. Después de nuestro viaje, supe que estos momentos especiales acompañarían a mis hijos durante años, que es precisamente lo que espero darles como padre.

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